Solsticio de Invierno. Árbol del Universo. Solo Por Hoy. Terapias Complementarias.

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SOLSTICIO DE INVIERNO. ÁRBOL DEL UNIVERSO Y DE LA NAVIDAD. SOLO POR HOY.

 

El Solsticio de invierno marca el momento de las noches más largas del año; el sol parece estar a punto de extinguirse.

Este periodo dura doce noches, desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero. Según la tradición, en este tiempo los reinos de los vivos y los muertos entran en comunicación.  

Encontramos este motivo mítico en los celtas, los griegos, los germanos y los indios védicos. 

Pero, lejos de significar un tiempo de oscuridad, los antepasados de los europeos lo celebraban como anuncio indudable del próximo retorno del Sol y del renacimiento de la vida que no muere bajo el frío invernal.

La presencia de la estación invernal en el hemisferio norte, donde es imposible que los pastores lleven su ganado al campo, la celebracion del solsticio de invierno es la fiesta en la que participaban todos los pobladores de Europa y Asia sin distinción de razas o creencias.

La práctica rutinaria de la emergente iglesia católica transforma las fiestas paganas en fiestas religiosas.          


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En los tiempos paganos, en las fiestas celebradas a finales de diciembre en honor del retorno de la Tierra hacia el Sol, se plantaba ante la casa un abeto del que colgaban antorchas y cintas de colores” (La nuit de Noël dans tous les pays, Pithiviers, 1907). 

 

Pero el árbol no aparece sólo en la tradición germánica: gracias a Virgilio sabemos que en Roma, durante el periodo de las saturnalias, se colgaba en plaza pública un árbol cargado de juguetes.

 

El árbol como símbolo sagrado, como eje o pilar del mundo; un árbol que para los celtas era una encina o un roble, un fresno para los escandinavos (el famoso fresno Yggdrasill) y un tilo para los germanos. 

 

El árbol, con su impresionante estructura, sus hojas, su tronco y sus raíces, es una representación del cosmos y de su organización; pone en contacto los diferentes niveles del mundo (el cielo, la superficie y el reino subterráneo); une el presente, el pasado y el futuro, y liga al hombre con su linaje y su devenir. 

 

Vínculo de lo continuo y lo discontinuo, representa la vida que nunca acaba y por eso es símbolo de la regeneración perpetua de la vida. Exactamente del mismo modo que el solsticio de invierno da testimonio del renacimiento eterno del sol. 

 

Árbol y Navidad, por tanto, mantienen entre sí una comunión de significados. No es extraño que uno y otra comparezcan al mismo tiempo en presencia de los hombres.

 

Esto es, en fin, desde la fecha hasta el árbol, desde los villancicos hasta los regalos, la Navidad: un antiguo rito pagano, hondamente religioso (sólo los ignorantes pueden negar la existencia de una religiosidad pagana), que el cristianismo, en Europa, adoptó con toda naturalidad.

 

Generalmente forzada por el sentido popular de lo sagrado, del mismo modo que el catolicismo europeo hizo suyos gran número de elementos rituales y significados sacros de los pueblos que llenaban este continente antes de que hiciera su aparición Jesús de Galilea. 

 

Tienen razón quienes hoy se lamentan por la pérdida del sentido originario de la Navidad. Pero no por esa presunta “paganización” que tanto denuncian los curas. 

 

Ésta ha existido siempre, mucho antes de que el cristianismo hiciera acto de presencia, sino por la comercialización rampante de los usos navideños. 

 

Aquel Dios abyecto del dinero es quien parece haber exterminado el origen de la Navidad.

 

Quizás ocurre que para los pueblos europeos el Sol ya se ha puesto definitivamente en un solsticio apocalíptico; nunca más volverá a salir.

 

Pero, no, el Sol siempre vuelve a salir; el Sol volverá. Éso es lo que significa la Navidad. Y ésto es lo que algunos, fieles a todas nuestras raíces, hemos celebrado.

 

¡FELIZ SOLSTICIO DE INVIERNO!


Om Shanti.

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